Testimonio
Semana de Nazaret para Jóvenes 2012
Hace unos
días, la hermana Donata me pidió, si podría dar un testimonio de lo que
significó para mí la experiencia de la Semana de Nazaret para jóvenes, que se
llevó a cabo durante el mes de julio de este año, en la ciudad de Caldera, en
la tercera región. Y hacerlo en este momento, no es otra cosa que una ofrenda
de gratitud al Padre Dios, por la vida y entrega de las hermanitas de Jesús.
El día de
ayer, mientras recorría las calles de este gran Santiago, por las tareas que
tenía que cumplir, tanto en mis estudios como en mi trabajo, era imposible no
traer nuevamente al corazón y hacer vivo, quizás el mensaje más potente que me
traje de esta experiencia, “el vivir mi Nazaret día a día”, como Cristo lo hizo
durante su vida previa a su ministerio, y también como lo experimento el
hermano Carlos en el desierto.
Recuerdo que a mediados
del mes de mayo, el padre Fernando Tapia, quien me acompaña espiritualmente, me
comentó que las hermanitas de Jesús, a quienes yo poco conocía, estaban
celebrando sus 60 años de presencia en Chile. Y que como forma de compartir
esta alegría, querían realizar una semana de Nazaret abierta a jóvenes laicos
del país. Desde ese momento me entusiasmo mucho la idea, mi espíritu se remeció
con ese soplo delicado, que solo la Gracia de Dios puede movernos
interiormente.
Desde
Santiago, partí con otros dos amigos, hacia Caldera. Fueron largos 12 horas de
trayecto en bus… Pero hoy realmente puedo decir que valió gratamente la
pena. Al llegar a Caldera, nos
encontramos con un grupo de alrededor de 25 jóvenes, de distintas edades y de
diversas procedencias del país, como Temuco, La Serena, Coquimbo, y del propio
Caldera. Tanto ellos, como los encargados de la Semana, Laicos y consagrados de
la espiritualidad del hermano Carlos, nos recibieron con gran acogida.
Durante esta semana
experimentamos en primer lugar la experiencia de la Fraternidad. Ya que
del gran grupo que éramos, nos constituimos en pequeños comunidades de hermanos
y hermanas, con los que compartimos las cosas cotidianas, la casa y las
comidas. Esta dimensión, fue un redescubrir la experiencia de sentirme hermano,
pequeño y cuidado por otros. Vivir Con la familia que Cristo nos ha regalado,
La Iglesia.
También estuvo presente la Adoración
Eucarística: Si bien, esta dimensión no era ajena en mi vida de fe,
esta semana me ayudó a volver a la intimidad de la adoración del Santísimo
Sacramento. Me recordó la gratuidad que implica realizar este acto y su presencia
real, que nos marca, un anticipo de su presencia en el hermano
Algo muy novedoso fue el Trabajo
Manual. A cada uno de nosotros nos correspondió realizar un trabajo, ya sea
en las tareas de la casa o en lugares específicos, como restaurantes, la
empresa pesquera o la bloquera del sector. Esto me permitió redescubrir el valor de las experiencias laborales
pasadas. Pues aprendí, que Dios se manifiesta también en todos los oficios, no
dependiendo de su importancia social, sino de la postura que la persona asume al
realizar su trabajo, sobre todo cuando lo hace pensando en otros, como un
servicio de amor a los otros.
En el medio
de la semana, vivimos La experiencia del Desierto. Esta era la experiencia que más ganas
tenía de hacer desde que me invitaron a la semana de Nazaret. Los relatos
bíblicos y de la vida de los santos de nuestra Iglesia, nos muestran el
profundo espacio de encuentro con Dios y riqueza espiritual que el desierto nos
entrega. Pasar esas horas en el desierto de Caldera, me brindaron una momento
de reflexión y de escucha atenta de Dios, que en esta oportunidad para mí fue
una invitación a entregarme más y a confirmar los llamados que el Señor ha
hecho en mi vida.
Ya casi
terminando la semana, nos encontramos con la Revisión de Vida, que a
muchos nos llamo la atención. Hasta el momento yo sólo había realizado examen de vida, pero
siempre en el silencio de la oración personal. Pero cuando ponemos nuestra vida
ante los ojos de Dios y de los hermanos, cuando nos dejamos interpelar,
confrontar y acompañar por los otros, la voz de Dios se hace más clara e
ilumina nuestras oscuridades.
Finalmente, retomando la experiencia de “Nazaret” que les conté al
comienzo de mi testimonio, El contemplar a Dios en las actividades
diarias, en la gente sencilla, en las situaciones concretas y pequeñas de la
vida, sin duda que ha ampliado mi capacidad para sorprenderme de la presencia
de nuestro Dios. Pero no se trata de una
contemplación limitada a generar sólo una emoción en nosotros, sino que también
para removernos, conmovernos y desde allí, hacernos cargo de las situaciones
que se alejan de los valores del evangelio.
Con estas
palabras, nuevamente sólo quiero agradecer a Dios, por la vida de tantas
hermanitas de Jesús, que tanto bien le han hecho a nuestra sociedad chilena,
desde su cercanía y entrega. Desde su llamado a ser una entre tantos, como
nuestro Señor Jesúcristo, tal como lo menciona San Pablo en su carta a los
filipenses: “El cual, siendo de condición divina, no consideró codiciable el
ser igual a Dios. Al contrario se despojó de su grandeza, tomó la condición de
esclavo y se hizo semejante a los hombres”.
Le pido al Señor, que siga
bendiciendo la vida de estas hermanas, con el regalo de su Gracia y la fuerza
de su Santo Espíritu, para que sigan dando testimonio de Cristo Resucitado, en
medio de los más pobres entre los pobres, y construyendo así, el anticipo de su
Reino en la tierra, con nuevas vocaciones para esta tarea.
Gracias
Señor.
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