Me aconsejaron que fuera breve... entonces
les entrego estas tres palabras que me habitan viéndolas hoy al final de este año
común y después de haber compartido algunos encuentros junto a ustedes en ese
camino en el Tubet, en San Giovanni y aquí en Tre. Fontane.
1) Un camino de tinieblas y luz...
como ustedes acaban de expresarlo, personal y comunitario. Ese es uno de los
grandes símbolos del camino de la vida. El conocimiento más profundo de
nosotras mismas, de los otros, de la Fraternidad, de la Iglesia y del mundo
pasa, atraviesa por ese lugar de tinieblas. "El
pueblo que caminaba en las tinieblas, los que habitaban en el país
sombrío..." dice Isaías
(cap.9). Esa expresión "habitar en el país de las sombras" dice con
fuerza lo que es la experiencia de las tinieblas. Podríamos evocar las guerras
y las injusticias, y todas las formas de opresión y esclavitud que sufre
nuestro mundo de hoy. También podríamos evocar el sufrimiento personal, de cada
una de nosotras, lo que queda en lo más secreto cuando no podemos aceptarlo, ni
compartirlo y que nos deja encerradas... o las tinieblas que salen de nuestro
corazón como orgullo, celos, envidias, malas intenciones, etc... (Mc. 7). Esos
son diferentes aspectos de las tinieblas... Sobre ese país sombrío, interior a
todas nosotras, ha resplandecido una luz, la luz de Jesús, Luz de la vida, Luz
de sentido, de sanación, de paz y de amor. La experiencia de la luz es
más difícil de describir, porque es más personal. Podemos decir que toda forma
de consolación en Dios es luz para nuestra vida. No por la desaparición de las
dificultades o de los sufrimientos sino por la Presencia de Jesús que nos
transforma para vivir de otro modo esas mismas dificultades o sufrimientos.
2) El agua que Yo daré se hará en él
manantial (Jn. 4 y 7). El agua, otro símbolo fuerte elegido por ustedes. En
lenguaje místico, el agua que riega y fecunda junto con el sol que caldea e
ilumina son dos elementos muy comunes para indicar la experiencia de Dios. Con
frecuencia decimos "en la oración soy árida", o a veces en las
relaciones... Como dice el salmo 63: "mi
alma tiene sed de Ti, mi carne te desea, como una tierra árida, sedienta, sin
agua.". En la etapa que
ustedes viven, y lo que han vivido en la Fraternidad ya han podido experimentar
diversas formas de sequía, de sed, de aridez interior. Etapas y pruebas que han
cavado hondo en ustedes, que las han hecho madurar. No se contenten nunca con
la superficie de las cosas, con las apariencias de la vida. Es lo más profundo
lo que tiene más sabor. Vayan, vayamos a nuestras cisternas vacías para que
Dios pueda llenarlas. Aquí es Jesús mismo quien da el agua y esta agua se
transforma en manantial en nosotras, para nosotras. Esto es lo que la
Fraternidad necesita hoy. No solamente necesita de la acción de ustedes, de sus
trabajos, vuestro valor para las lindas inserciones, sino que sobretodo y ante
todo necesita del manantial que las habita, de vuestro don a Dios cada día más
radical... La Fraternidad tiene necesidad de ustedes en la medida en que cultiven el don de la
relación profunda con Él. Con una pequeña experiencia del amor, de Él,
comprendemos más instintivamente donde está lo esencial y vemos con más claridad lo que podemos dejar
caer de nuestros proyectos y ambiciones. Entonces no necesitamos más buscar
“ser alguien”, haciendo cosas especiales; nos basta ser llamadas “amigas” por
Él, llegar a ser realmente su hermanita.
3) “El tiempo
presente no puede ser igual al tiempo de antes y yo desearía tanto verlas
evolucionar con resolución y sabiduría...” (de la hermanita Magdeleine en 1968. Es con
estas palabras de la hermanita Magdeleine que yo les digo: “La Fraternidad
confía en ustedes y espera algo nuevo de ustedes. No espera una repetición,
sino una manera de ser hermanitas de Jesús, para este mundo complejo de hoy,
para esta Iglesia en crisis y en búsqueda de un rostro nuevo, para estos
tiempos de grandes desafíos. No tengan miedo por esta etapa de la Fraternidad.
No tengan miedo del número reducido o el cierre de fraternidades. Al contrario
que esto sea un estímulo y las haga sentir más todavía la gran responsabilidad
que tienen entre manos...”
¡Y ahora, partan! ¡Y partan con alegría y sin mirar para atrás!
Vayan pobres, porque Él sabe lo que les hace falta para el cuerpo y para el
corazón. Partan confiadas, porque Él las precede en todos sus caminos. Vayan
libres para dejar y libres para amar...
hermanita
Maria Chiara de Jesús
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