martes, 16 de abril de 2013

De hta Maria Chiara en la celebraciòn de envio de las htas del año comùn

Queridas hermanitas del Año Común,

Me aconsejaron que fuera breve... entonces les entrego estas tres palabras que me habitan viéndolas hoy al final de este año común y después de haber compartido algunos encuentros junto a ustedes en ese camino en el Tubet, en San Giovanni y aquí en Tre. Fontane.

1) Un camino de tinieblas y luz... como ustedes acaban de expresarlo, personal y comunitario. Ese es uno de los grandes símbolos del camino de la vida. El conocimiento más profundo de nosotras mismas, de los otros, de la Fraternidad, de la Iglesia y del mundo pasa, atraviesa por ese lugar de tinieblas.  "El pueblo que caminaba en las tinieblas, los que habitaban en el país sombrío..." dice Isaías (cap.9). Esa expresión "habitar en el país de las sombras" dice con fuerza lo que es la experiencia de las tinieblas. Podríamos evocar las guerras y las injusticias, y todas las formas  de opresión y esclavitud que sufre nuestro mundo de hoy. También podríamos evocar el sufrimiento personal, de cada una de nosotras, lo que queda en lo más secreto cuando no podemos aceptarlo, ni compartirlo y que nos deja encerradas... o las tinieblas que salen de nuestro corazón como orgullo, celos, envidias, malas intenciones, etc... (Mc. 7). Esos son diferentes aspectos de las tinieblas... Sobre ese país sombrío, interior a todas nosotras, ha resplandecido una luz, la luz de Jesús, Luz de la vida, Luz de sentido, de sanación, de paz y de amor. La experiencia de la luz  es más difícil de describir, porque es más personal. Podemos decir que toda forma de consolación en Dios es luz para nuestra vida. No por la desaparición de las dificultades o de los sufrimientos sino por la Presencia de Jesús que nos transforma para vivir de otro modo esas mismas dificultades o sufrimientos.


 2) El agua que Yo daré se hará en él manantial (Jn. 4 y 7). El agua, otro símbolo fuerte elegido por ustedes. En lenguaje místico, el agua que riega y fecunda junto con el sol que caldea e ilumina son dos elementos muy comunes para indicar la experiencia de Dios. Con frecuencia decimos "en la oración soy árida", o a veces en las relaciones... Como dice el salmo 63: "mi alma tiene sed de Ti, mi carne te desea, como una tierra árida, sedienta, sin agua.". En la etapa que ustedes viven, y lo que han vivido en la Fraternidad ya han podido experimentar diversas formas de sequía, de sed, de aridez interior. Etapas y pruebas que han cavado hondo en ustedes, que las han hecho madurar. No se contenten nunca con la superficie de las cosas, con las apariencias de la vida. Es lo más profundo lo que tiene más sabor. Vayan, vayamos a nuestras cisternas vacías para que Dios pueda llenarlas. Aquí es Jesús mismo quien da el agua y esta agua se transforma en manantial en nosotras, para nosotras. Esto es lo que la Fraternidad necesita hoy. No solamente necesita de la acción de ustedes, de sus trabajos, vuestro valor para las lindas inserciones, sino que sobretodo y ante todo necesita del manantial que las habita, de vuestro don a Dios cada día más radical... La Fraternidad tiene necesidad de ustedes en  la medida en que cultiven el don de la relación profunda con Él. Con una pequeña experiencia del amor, de Él, comprendemos más instintivamente donde está lo esencial  y vemos con más claridad lo que podemos dejar caer de nuestros proyectos y ambiciones. Entonces no necesitamos más buscar “ser alguien”, haciendo cosas especiales; nos basta ser llamadas “amigas” por Él, llegar a ser realmente su hermanita.

 

3) “El tiempo presente no puede ser igual al tiempo de antes y yo desearía tanto verlas evolucionar con resolución y sabiduría...”  (de la hermanita Magdeleine en 1968. Es con estas palabras de la hermanita Magdeleine que yo les digo: “La Fraternidad confía en ustedes y espera algo nuevo de ustedes. No espera una repetición, sino una manera de ser hermanitas de Jesús, para este mundo complejo de hoy, para esta Iglesia en crisis y en búsqueda de un rostro nuevo, para estos tiempos de grandes desafíos. No tengan miedo por esta etapa de la Fraternidad. No tengan miedo del número reducido o el cierre de fraternidades. Al contrario que esto sea un estímulo y las haga sentir más todavía la gran responsabilidad que tienen entre manos...”

 

¡Y ahora, partan!  ¡Y partan con alegría y sin mirar para atrás! Vayan pobres, porque Él sabe lo que les hace falta para el cuerpo y para el corazón. Partan confiadas, porque Él las precede en todos sus caminos. Vayan libres para dejar y libres para amar...

 

hermanita Maria Chiara de Jesús

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