Con
profunda emoción, compartimos con todas ustedes la gran alegría y acción de gracias por los acontecimientos
que, como un viento nuevo, parecen querer sacudir y despertar a la Iglesia… y
despertarnos para volver a darnos coraje, fuerza y esperanza en nuestro camino
de seguimiento de Jesús.
Primero, fue el 11 de
febrero: la
decisión de renunciar de Benedicto XVI. Gesto que en su profunda humildad y
gran lucidez, se reveló ya como profético. Ese gesto permite hoy a la Iglesia,
a nosotras, entrar en una etapa inédita. Nos invita a barrer nuestros miedos y
estancamientos, nuestros inmovilismos y sobretodo nuestra incapacidad de
esperar lo nuevo, de desearlo y creer que es posible.
Qué
es lo que puede decirnos este gesto hoy, a la Fraternidad, a cada una de
nosotras personalmente? Cómo podemos comprender y aplicar a nuestra realidad la
fuerte interpelación de estas palabras de Benedicto XVI: “Siempre he sabido que en esta barca estaba el Señor y siempre supe que
la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino de Él, y que Él no la
deja hundir, es Él quien la conduce… Amar a la Iglesia significa también tener
el coraje de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre el
horizonte del bien de la Iglesia y no del propio bien” (discurso en su
última audiencia, el 27 de febrero del 2013)
Benedicto XVI tuvo “el valor de aceptar despojarse de todo, después de
haber ocupado el centro de la atención”. Así lo expresó el filósofo Remi
Brague. Se podría decir que él “dejó el lugar” (el espacio) para dar otra vida
a la Iglesia, testimoniando así por este acto de fe, que él no posee lo que
Dios le confió para y por un servicio, una misión. Con esta luz, todas nosotras
podemos revisar dónde estamos en nuestra libertad, o falta de libertad, en el
servicio o la misión que nos es confiada hoy en la fraternidad, cuando la
recibimos o cuando somos llamadas a entregarlo y “dejar el lugar”…
El 13 de marzo: elección del Papa Francisco, jesuita
de Argentina, que suscita una gran esperanza y aporta un soplo radicalmente
nuevo a la Iglesia. Por primera vez en la historia un Papa latino americano! Necesitamos
más tiempo para darnos cuenta del paso inmenso que hizo la Iglesia con esta
elección, y también para medir todas las consecuencias. Estamos maravilladas y llenas de
agradecimiento y de una nueva esperanza que nos compromete… Su nombre,
Francisco, contiene también todo su programa! La reacción cálida y positiva
frente a su persona tan sencilla, profunda y directa está ciertamente vinculada
con la grave crisis reciente que debilitó y afectó la credibilidad de la
Iglesia, sobretodo en Occidente. Todas y todos necesitábamos una palabra nueva,
sentir y ver los gestos de este hombre que conoce a los pobres y los ama, que
él mismo se presenta con humildad… En su homilía en la Misa del 19 de marzo,
dando inicio a su ministerio, recibimos junto con otras cosas, una invitación
a: “cuidar, custodiar a la creación,
cuidarnos unos a otros, custodiar sobretodo a las personas que están en la
periferia de nuestro corazón. Pero para “custodiar” debemos también tener
cuidado de nosotros mismos! Recordemos que el odio, la envidia, el orgullo,
ensucian la vida! Custodiar entonces quiere decir vigilar nuestros
sentimientos, nuestro corazón porque es de allí que salen las intenciones
buenas o malas, las que construyen o destruyen… El hecho de cuidar, custodiar,
requiere bondad y vivirlo con ternura. No debemos tener miedo de la bondad, de
la ternura!”
“Custodiamos” estas palabras de Benedicto XVI y del Papa
Francisco en nuestro corazón. Palabras que nos alcanzan e iluminan en nuestro
camino porque son expresión de una fe vivida, encarnada en gestos y decisiones
concretas y por eso tienen una fuerte autoridad moral.
Nosotras
nos comprometemos a rezar por el Papa Francisco, como él mismo pide con tanta
insistencia, y por esta etapa de la vida de la Iglesia que se inicia con él con
muchos desafíos a afrontar.
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