Viena,
noviembre 2015
Queridos/as
amigos/as, queridas hermanitas,
Quisiera compartir con ustedes lo que vivimos con los
refugiados desde este verano, acontecimientos que han influenciado mucho
nuestras fraternidades tanto en Alemania como en Austria. A veces era la
llegada de refugiados a la estación como en Viena y en Munich, a veces
eran casas de nuestros barrios las que acogían a un grupo importante de
refugiados como en Halle en Alemania y
en Klagenfurt en Austria. Cada vez era un desafío establecer la relación entre
esos recién llegados y la población de esos barrios enfrentada al miedo y la inseguridad, fuente de tensiones.
Con Mónica, una hermanita de mi fraternidad, fuimos
con una parroquia del centro de Viena al centro de acogida para refugiados a
unos treinta km. de Viena. Está previsto para acoger dos mil personas. En
verano había más de cuatro mil… Dos mil personas estaban afuera, con algunos
escasos árboles para dar sombra. En ese momento la temperatura era de 37
grados. Agua, WC, duchas, todo estaba reducido al mínimo. La población misma
llevó tiendas, productos de primera necesidad, ropa. Con esta parroquia
distribuimos zapatos, droguería. Era un domingo. Me sorprendió la solidaridad
que pude constatar. Durante las 3 horas que estuvimos en Traiskirchen hubo un
ir y venir de coches continuo que venían a traer ya fuera ropa, o juegos para
niños. Las autoridades dejaban actuar e incluso contaban con esa ayuda, pero
sin hacer nada concreto para mejorar esta situación.
A finales de agosto ocurrió la tragedia de Parndorf:
una camioneta abandonada en ese pueblo con 71 cuerpos sin vida, hombres, pero
también mujeres y niños muertos asfixiados.
Eso” despertó” a la población sobre el drama que se vivía en su puerta.
Hubo un servicio religioso en la catedral con el cardenal y las autoridades
civiles por esas personas fallecidas tan trágicamente y por todas las que
perdían su vida en los caminos del exilio. Al mismo tiempo había una
manifestación en el centro de la ciudad en solidaridad con los refugiados. Fue
organizada en el último momento, pero
sin embargo reunió a mucha gente. Otra manifestación de apoyo fue organizada a
finales de septiembre. Reunió entre 50 y 70 mil personas y terminó en la “Plaza
de los héroes” donde se había organizado un concierto de apoyo a los refugiados. Reunió a 150 mil
personas.
Y desde primeros de septiembre, Austria se enfrenta a
una llegada masiva de refugiados, de los cuales una gran parte quieren seguir
el camino hacia Alemania. En septiembre, más de 230 mil personas atravesaron la
frontera con Hungría y llegaron a Nieckelsdorf, en la Baja-Austria. El
compromiso de los voluntarios, del ejército, de Caritas y de la Cruz Roja fue
extraordinario. Los refugiados después de haberse calentado y comido fueron
encaminados en autobuses y trenes a diferentes centros de Viena, Linz, Krems,
Salzburgo. Una gran parte llegaba también a las 2 grandes estaciones de Viena:
la estación del Oeste y la estación principal, no lejos de nuestra casa.
Personalmente y
en comunidad, nos sentimos interpeladas por esta realidad. Yo me
pregunté cómo llegar a esas personas. No hablo ni una palabra de inglés, no soy
capaz de dar clases de alemán, lo que es muy solicitado.
Fui del lado de la estación principal. Había cientos
de personas sentadas en el suelo, la mayoría hombres, pero también mujeres y
niños a menudo muy jóvenes, mujeres embarazadas, jóvenes menores de edad. Ahí
también el compromiso de los voluntarios era increíble: todo estaba pensado,
previsto, las necesidades actualizadas varias veces al día en internet. Hubo
dones de particulares que traían ropa, droguería, juegos para niños, alimentos.
Por ejemplo, cada día desde primeros de septiembre los Sikhs de Austria traían
una olla enorme de arroz con salsa. Los Sikhs no es una comunidad con muchos
medios económicos. La mayoría de ellos son vendedores de periódicos a la salida
del metro. También hay un grupo de intérpretes, la mayoría antiguos refugiados
que ponen sus competencias al servicio de los recién llegados. También hay
empresas que dieron centenares de cobijas, zapatos nuevos y calientes,
alimento.
En esta estación pude prestar pequeños servicios, muy
variados: pegar carteles en la estación para informar del horario del próximo
tren; jugar con los niños (se había previsto un lugar especial para ellos);
distribuir desinfectantes a la salida de los WC; escoger ropa, distribuirla,
distribuir droguería; contar cada hora el número de refugiados, la policía
necesitaba esas cifras para darse cuenta de la evolución de la situación y
prever los transportes y los lugares de alojamiento. Ese día a las 15 horas,
conté 800 refugiados ¡y se esperaban mil por la noche! Todos esos pequeños
servicios me pusieron en contacto con esos hombres, mujeres y niños. Llegan con
una bolsita pequeña, todo lo que trajeron de sus bienes. Llegan cansados,
sucios, con vestidos ligeros. La mayoría llegan de Siria, de Irak o de
Afganistán. En septiembre y octubre hizo mucho frío aquí en Viena.
Después del cierre de la frontera entre Serbia y
Hungría, la ruta de los Balkanes tomó otro trayecto y los refugiados ahora
llegan al sur de Austria, a Spielfeld. Hay muchos menos en las estaciones de
Viena. Pero la asociación que se creó para ayudar a Viena, organizó transportes
para enviar hacia el Sur la ropa y las cobijas que habíamos recibido en Viena.
La organización es más fácil en una gran ciudad que en un pueblecito.
Esta llegada masiva de refugiados plantea muchas
preguntas: ¿Cómo se van a integrar? Llegan a una cultura completamente
diferente de la suya. ¿Dónde se van a poder establecer, que trabajo? La mayoría
de ellos son personas que han estudiado, que tenían un buen oficio. Pero de
momento ha llegado la hora de la urgencia. Hombres, mujeres, niños, llegan a
nuestra casa, desprovistos de todo, huyendo de la guerra y de la violencia. Una
persona decía: “Yo no soy partidaria de
esta acogida, pero no puedo soportar la idea de que un niño que llega
enfermo muera en nuestra casa porque se lo deja sobre la hierba y no encuentra
un lugar donde calentarse y ser curado”.
Sí, de momento, en Austria y en Alemania estamos
confrontados a una situación de urgencia y como hermanitas intentamos responder
como podemos, con nuestros pequeños medios: presencia, clases de alemán,
sonrisas al pasar…
Esta semana participé en el encuentro de todas las
comunidades religiosas de Austria (hombres y mujeres).Por la tarde hubo un
momento de intercambio en el que algunas comunidades compartieron lo que hacían
por los refugiados. Eso me impactó mucho. Algunas comunidades han costeado la
remodelación de una parte de sus locales para hacer departamentos para las
familias de refugiados. Una abadía de benedictinos acogió a diez jóvenes aun
menores de edad y 3 familias. El Abad las visita regularmente y nos dice: “Ya
no son huéspedes, se han convertido en amigos”. Un salón de un colegio privado
organiza encuentros con chicas jóvenes refugiadas menores de edad que están en
un hogar cerca de su escuela. Otro pone a su disposición clases de alemán. Los
Redentoristas pusieron a disposición de los refugiados que están de paso
locales donde pueden dormir, calentarse, comer, ducharse, lavar su ropa. Desde
el mes de agosto hasta noviembre acogieron a más de 12.000 personas.
Estaban las grandes
iniciativas de los conventos que
tenían muchas posibilidades, pero también había muchos gestos pequeños
concretos, pequeños eslabones de una gran cadena de solidaridad.
Todavía podría
seguir mucho tiempo, hablando de todo lo que he visto y oído. Eso da esperanza
ante tantas reacciones negativas y a veces incluso xenófobas. En este momento
estamos ante hombres, mujeres y niños que están en una situación de desamparo y
tenemos que responder humanamente a
esta situación buscando que solución encontrar
para hacer frente a esta llegada masiva
que no parece querer detenerse en los próximos meses.
Termino mi carta
en este segundo domingo de Adviento, tiempo de espera que nos invita a abrir
nuestros corazones para acoger a Aquel que v a venir a plantar su tienda entre
nosotros, pero también a abrir nuestros corazones a aquel que llama a nuestras
puertas y que a veces trastorna nuestras costumbres…
Les deseo un
buen camino hacia la Navidad…
Las abrazo con
todo mi corazón
Christine
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