jueves, 14 de enero de 2016

Con los refugiados de Austria...

Viena, noviembre 2015

Queridos/as amigos/as, queridas hermanitas,
Quisiera compartir con ustedes lo que vivimos con los refugiados desde este verano, acontecimientos que han influenciado mucho nuestras fraternidades tanto en Alemania como en Austria. A veces era la llegada de refugiados a la estación como en Viena y en Munich, a veces eran  casas de nuestros barrios  las que acogían a un grupo importante de refugiados como en Halle en  Alemania y en Klagenfurt en Austria. Cada vez era un desafío establecer la relación entre esos recién llegados y la población de esos barrios enfrentada al miedo y  la inseguridad, fuente de tensiones.
Con Mónica, una hermanita de mi fraternidad, fuimos con una parroquia del centro de Viena al centro de acogida para refugiados a unos treinta km. de Viena. Está previsto para acoger dos mil personas. En verano había más de cuatro mil… Dos mil personas estaban afuera, con algunos escasos árboles para dar sombra. En ese momento la temperatura era de 37 grados. Agua, WC, duchas, todo estaba reducido al mínimo. La población misma llevó tiendas, productos de primera necesidad, ropa. Con esta parroquia distribuimos zapatos, droguería. Era un domingo. Me sorprendió la solidaridad que pude constatar. Durante las 3 horas que estuvimos en Traiskirchen hubo un ir y venir de coches continuo que venían a traer ya fuera ropa, o juegos para niños. Las autoridades dejaban actuar e incluso contaban con esa ayuda, pero sin hacer nada concreto para mejorar esta situación.
A finales de agosto ocurrió la tragedia de Parndorf: una camioneta abandonada en ese pueblo con 71 cuerpos sin vida, hombres, pero también mujeres y niños muertos asfixiados.

Eso” despertó” a la población  sobre el drama que se vivía en su puerta. Hubo un servicio religioso en la catedral con el cardenal y las autoridades civiles por esas personas fallecidas tan trágicamente y por todas las que perdían su vida en los caminos del exilio. Al mismo tiempo había una manifestación en el centro de la ciudad en solidaridad con los refugiados. Fue organizada en el último momento,  pero sin embargo reunió a mucha gente. Otra manifestación de apoyo fue organizada a finales de septiembre. Reunió entre 50 y 70 mil personas y terminó en la “Plaza de los héroes” donde se había organizado un concierto  de apoyo a los refugiados. Reunió a 150 mil personas.
Y desde primeros de septiembre, Austria se enfrenta a una llegada masiva de refugiados, de los cuales una gran parte quieren seguir el camino hacia Alemania. En septiembre, más de 230 mil personas atravesaron la frontera con Hungría y llegaron a Nieckelsdorf, en la Baja-Austria. El compromiso de los voluntarios, del ejército, de Caritas y de la Cruz Roja fue extraordinario. Los refugiados después de haberse calentado y comido fueron encaminados en autobuses y trenes a diferentes centros de Viena, Linz, Krems, Salzburgo. Una gran parte llegaba también a las 2 grandes estaciones de Viena: la estación del Oeste y la estación principal, no lejos de nuestra casa.
Personalmente y  en comunidad, nos sentimos interpeladas por esta realidad. Yo me pregunté cómo llegar a esas personas. No hablo ni una palabra de inglés, no soy capaz de dar clases de alemán, lo que es muy solicitado.
Fui del lado de la estación principal. Había cientos de personas sentadas en el suelo, la mayoría hombres, pero también mujeres y niños a menudo muy jóvenes, mujeres embarazadas, jóvenes menores de edad. Ahí también el compromiso de los voluntarios era increíble: todo estaba pensado, previsto, las necesidades actualizadas varias veces al día en internet. Hubo dones de particulares que traían ropa, droguería, juegos para niños, alimentos. Por ejemplo, cada día desde primeros de septiembre los Sikhs de Austria traían una olla enorme de arroz con salsa. Los Sikhs no es una comunidad con muchos medios económicos. La mayoría de ellos son vendedores de periódicos a la salida del metro. También hay un grupo de intérpretes, la mayoría antiguos refugiados que ponen sus competencias al servicio de los recién llegados. También hay empresas que dieron centenares de cobijas, zapatos nuevos y calientes, alimento.
En esta estación pude prestar pequeños servicios, muy variados: pegar carteles en la estación para informar del horario del próximo tren; jugar con los niños (se había previsto un lugar especial para ellos); distribuir desinfectantes a la salida de los WC; escoger ropa, distribuirla, distribuir droguería; contar cada hora el número de refugiados, la policía necesitaba esas cifras para darse cuenta de la evolución de la situación y prever los transportes y los lugares de alojamiento. Ese día a las 15 horas, conté 800 refugiados ¡y se esperaban mil por la noche! Todos esos pequeños servicios me pusieron en contacto con esos hombres, mujeres y niños. Llegan con una bolsita pequeña, todo lo que trajeron de sus bienes. Llegan cansados, sucios, con vestidos ligeros. La mayoría llegan de Siria, de Irak o de Afganistán. En septiembre y octubre hizo mucho frío aquí en Viena.
Después del cierre de la frontera entre Serbia y Hungría, la ruta de los Balkanes tomó otro trayecto y los refugiados ahora llegan al sur de Austria, a Spielfeld. Hay muchos menos en las estaciones de Viena. Pero la asociación que se creó para ayudar a Viena, organizó transportes para enviar hacia el Sur la ropa y las cobijas que habíamos recibido en Viena. La organización es más fácil en una gran ciudad que en un pueblecito.
Esta llegada masiva de refugiados plantea muchas preguntas: ¿Cómo se van a integrar? Llegan a una cultura completamente diferente de la suya. ¿Dónde se van a poder establecer, que trabajo? La mayoría de ellos son personas que han estudiado, que tenían un buen oficio. Pero de momento ha llegado la hora de la urgencia. Hombres, mujeres, niños, llegan a nuestra casa, desprovistos de todo, huyendo de la guerra y de la violencia. Una persona decía: “Yo no soy partidaria de  esta acogida, pero no puedo soportar la idea de que un niño que llega enfermo muera en nuestra casa porque se lo deja sobre la hierba y no encuentra un lugar donde calentarse y ser curado”.
Sí, de momento, en Austria y en Alemania estamos confrontados a una situación de urgencia y como hermanitas intentamos responder como podemos, con nuestros pequeños medios: presencia, clases de alemán, sonrisas al pasar…
Esta semana participé en el encuentro de todas las comunidades religiosas de Austria (hombres y mujeres).Por la tarde hubo un momento de intercambio en el que algunas comunidades compartieron lo que hacían por los refugiados. Eso me impactó mucho. Algunas comunidades han costeado la remodelación de una parte de sus locales para hacer departamentos para las familias de refugiados. Una abadía de benedictinos acogió a diez jóvenes aun menores de edad y 3 familias. El Abad las visita regularmente y nos dice: “Ya no son huéspedes, se han convertido en amigos”. Un salón de un colegio privado organiza encuentros con chicas jóvenes refugiadas menores de edad que están en un hogar cerca de su escuela. Otro pone a su disposición clases de alemán. Los Redentoristas pusieron a disposición de los refugiados que están de paso locales donde pueden dormir, calentarse, comer, ducharse, lavar su ropa. Desde el mes de agosto hasta noviembre acogieron a más de 12.000 personas.
Estaban las grandes  iniciativas de los conventos  que tenían muchas posibilidades, pero también había muchos gestos pequeños concretos, pequeños eslabones de una gran cadena de solidaridad.
Todavía podría seguir mucho tiempo, hablando de todo lo que he visto y oído. Eso da esperanza ante tantas reacciones negativas y a veces incluso xenófobas. En este momento estamos ante hombres, mujeres y niños que están en una situación de desamparo y tenemos que responder humanamente a esta situación buscando que solución encontrar  para hacer frente a esta llegada masiva  que no parece querer detenerse en los próximos meses.
Termino mi carta en este segundo domingo de Adviento, tiempo de espera que nos invita a abrir nuestros corazones para acoger a Aquel que v a venir a plantar su tienda entre nosotros, pero también a abrir nuestros corazones a aquel que llama a nuestras puertas y que a veces trastorna nuestras costumbres…
Les deseo un buen camino hacia la Navidad…
Las abrazo con todo mi corazón

Christine

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